Un psicólogo y veinticuatro jugadores.
3 NOVIEMBRE, 2023
Si al conjunto herculino le había costado comenzar la liga sumando de tres en tres y llegó a estar en descenso, no iba a ser menos en copa, competición en la que el año pasado quedó eliminado (2-0) por el Guijuelo.
El pasado miércoles, el Deportivo se enfrentó al Covadonga, equipo que milita en Segunda Federación y actualmente está como penúltimo, en posiciones de descenso a Tercera Federación.
El partido no se desarrolló como era esperado para los de Imanol. El equipo encajó a la media hora de partido a balón parado, en una jugada en la que el jugador estaba sin marca y en posible fuera de juego. A partir del gol azulón, los ánimos deportivistas cayeron y el juego ni fluyó ni tenía ritmo. Comenzada la segunda parte, nadie fue capaz de proponer algo nuevo sobre el verde y durante los noventa minutos, el único que encaró, dribló e intentó algo fue un chaval de dieciocho años; David Mella. Con el gol tardío pero in-extremis de Pablo Vázquez -máximo goleador del equipo con tres goles- el conjunto coruñés forzó la prórroga, y en los últimos cinco minutos anotó dos goles que le daban el pase a la siguiente ronda.
El grupo no fue capaz de plantarle cara a un Segunda RFEF, el equipo no fue capaz de proponer nada nuevo, el equipo no fue capaz de alterar el ritmo de partido; el equipo tenía miedo.
Los jugadores siguen teniendo miedo. A pesar de que el punto logrado en Ponferrada y la primera victoria ante su gente haya servido como punto de inflexión para seguir sumando y compitiendo, las sensaciones son las mismas, de no ser resultadista.
Ya se vio en los primeros cuarenta y cinco minutos el sábado en Riazor y se repitió en la competición copera. No centran cuando tienen la posibilidad, no avanzan, no acaban jugada, piensan de más, no se atreven a hacer nada, no se atreven a asumir ninguna responsabilidad por miedo al fallo y como esto no se acabe ya, en Febrero va a estar todo el pescado vendido.
La idea de juego es buena y la salida de balón se ejecuta correctamente desde atrás. La pizarra no falla, lo que falla son las cabezas de los jugadores. Parece que el nuevo psicólogo tiene trabajo por delante y ha de acabar con el problema cuanto antes.